30 de julio de 2010

Cuatro venezolano 'Cuatro de Leila'

  • Cuatro venezolano 'Cuatro de Leila'
Mi primer instrumento

Cuando me inicié en la luthería (corría el año 2001), empecé a petición de un luthier que era a su vez músico. Con él tocábamos en una agrupación de compositores. Su nombre es Gilberto. Me preguntó si deseaba ayudarlo en el taller por una convalecencia suya a causa de un mal esfuerzo lumbar.

Ante la perspectiva de aprender tan interesante oficio, no lo dudé ni un instante. Con el paso del tiempo, aprendí cada tarea del taller. A pulir (el primer aprendizaje), luego a tallar, a medir, a ensamblar... en diversos instrumentos.

Para un cumpleaños de mi hija (cumplía tres añitos, ella tiene diez...; la cuenta es fácil), debido a mi escaso ingreso económico, opté por regalarle un instrumento hecho por mí. Mi primer instrumento.

Le pregunté a Gilberto: "Esa madera que está al lado del horno asador..., ¿puedo usarla?". Él la miró sonriendo y dijo: "Yaaaa, pues... Pero mira que sólo es leña", advirtiéndome de lo mala que estaba.


Ensamblé los dos mejores pedazos que encontré para el cuerpo; la madera de la tapa estaba quebrada, la del diapasón era totalmente nudosa. Trabajé bastante en él y llegué a término (22 de mayo, día del cumpleaños de mi hija), y se lo entregué.


  • Detalle del tallado: retoño de cuatro hojas con raíces árabes. Mi ascendencia es comechingona-libanesa
No tengo que explicar la alegría de Leila. Luego de unas cuatro horas me llama por teléfono su madre...: "Leila rompió el Cuatro... Se le cayó de las manos... Llora desconsolada".

Por suerte en esos días estábamos trabajando en guitarras para niños, que son más pequeñas, y compré una para reemplazar el instrumento herido. Luego reparé el 'Cuatro de Leila' y actualmente está colgado en mi sala... Cada día que Leila viene a casa, lo mira y le pregunto: "¿Querés tocarlo?", y ella suele decir: "Todavía no... Cuando sea grande"...

Hasta aquí, la historia del primer instrumento que salió de mis manos. Pero...  ¿Cómo suena? ¿Cómo se escucha el Cuatro venezolano 'Cuatro de Leila'? Ahí vamos. Con dos canciones populares venezolanas, como corresponde:






  • La segunda, Pajarillo verde, interpretada por un servidor, Rodolfo Moisés ('Los Dedos Mochos').


Cuatro venezolano (instrumento folklórico de Venezuela; de ahí su nombre):
  • Instrumento de cuerdas de nylon de baja tensión, más pequeño que una guitarra.
  • Afinación: 1ª cuerda: SI. 2ª: FA sostenido. 3ª: RE. 4ª: LA.
  • Sus intervalos son idénticos a los de la guitarra en sus cuatro primeras cuerdas.
  • Las posiciones de los dedos son iguales a las de la guitarra; se toca igual.
  • Diferencias:  tesitura y registro (es como si la guitarra tuviera un cappotraste en el 7º entraste), el timbre; el Cuatro Venezolano suena más grave y "cavernoso".
  • Sus cuerdas no son tan tensas: los "chasquidos" (golpes asordinados) suenan especialmente fuertes.
  • El primer grado está invertido. Es decir, su primera cuerda es la más grave de las cuatro.

8 de julio de 2010

El lenguaje de la madera, la interpretación del luthier

La madera, esa materia viva, habla... A su modo. Sólo hay que saber escucharla. La madera vibra y dice: "aquí sonarán mejor sonidos graves..."; "aquí, agudos..."; "Aquí durará más su voz"...

Cada madera es única por el árbol que fue en vida, por el tipo de secado, el tipo de corte y los minerales en ella impregnados.

Unas décimas de milímetros tan sólo cambian el timbre de un instrumento. El luthier debe actuar como intérprete entre él y la música que debe sonar. Por ello debe tocar medianamente bien aquello que elabora... para entender qué cualidad debe extraer de la madera.


Carlos, con la guitarra Madre del Monte, que pronto escucharemos aquí



Primer plano del tallado: Madre del Monte y su rostro aborigen cantando


El Luthier, escuchando y sintiendo vibrar su obra

Durante el proceso de construcción de un instrumento (sea cual sea al que en esos momentos hemos de administrarle paciencia, ilusión y cariño), cuido cada detalle para lograr que ese instrumento posea un significado, una intención, un propósito y una identidad... Esto es muy importante. Que en su recién estrenada existencia, que continuará en breve por otros derroteros, lo lleve la vida por donde lo lleve, sea él mismo, genuino, auténtico.

Confieso haber tenido siempre un sentimiento especial por cada instrumento que he construido (y ya son muchos...), una alegría al entregarlo... y una sensación de vacío luego de que cruzara la puerta. Más o menos, imagino, lo que sucede cuando nuestros hijos deciden vivir su propia vida (aunque aún faltan unos pocos años para que yo viva esa experiencia...).

Ésa es la razón principal por la que no puedo hacer más de un instrumento a la vez. Como mucho, dos. Con más de dos, es imposible lograr esa identidad que a cada uno de ellos, por derecho propio, les corresponde. Más de dos serían también demasiados para decirles adiós a un tiempo... Tal, la dedicación y el amor por los instrumentos que salen de la madera y nuestro sudor en 'Luthería América en Cuerdas'.

2 de julio de 2010

Un día en el taller


No falla. En mis diez años de luthería, la pregunta que con mayor frecuencia surge a la hora de responsabilizarme de la construcción de un instrumento de cuerdas americano —interrogante con rostro feliz, eso sí, ante la posibilidad de una respuesta afirmativa— es ésta: "¿Puedo ver el taller...?".

Para quienes lo habitamos cotidianamente, ese lugar polvoriento y sembrado de viruta tiene una familiaridad cálida y sencilla, pero para los músicos que desarrollan una particular relación de afecto con su instrumento, es un recinto impregnado de cierta magia y misterio... Casi diría que revestido de un halo sagrado: el lugar de nacimiento de un ser íntimo y querido.

Mi respuesta ante la solicitud de visitar el taller suele ser siempre la misma: "¡Por supuesto que sí!...". "Pero mire que somos trabajadores humildes...". Añado este comentario pensando en los talleres que he podido apreciar en algunos programas de televisión, artículos de revistas, páginas web... Con herramientas por estrenar, sin virutas, con sillones amplios para descansar o recibir visitas... ¿Y ahí se trabaja? No puedo evitar hacerme esta pregunta...

Mi taller, en cambio, es mi hogar, y su geografía cambia caprichosa y constantemente bajo el polvillo que inunda cada habitación, cual dunas en el desierto del Sahara...

No importa... Para quien lo visita, es el mejor lugar del mundo...

Es por eso que hoy abro las puertas de mi taller para ustedes. 'Luthería América en Cuerdas' no es sólo el nombre de la bitácora de un luthier. De veras que existe...;-) ¡Bienvenidos, amigos!


El morocho que ven en la foto es Carlos Bordón, mi compañero en el taller, la música y la vida. Aquí pasamos todas nuestras mañanas y no pocas tardes...; incluso noches, cuando los plazos de entrega apremian. Carlos realiza los trabajos de preparación del material.

  • El Luthier, al fondo, trabajando con gubia en charango
Casi todos lo trabajos son realizados a mano. Sólo utilizamos tres máquinas: una 'sierra de cinta sin fin', para cortar los tablones; un 'Tupi', para la línea de los ensambles de tapa; y un 'plato de lija',  para afilar herramientas y desbastar piezas de calibración. Lo demás son formones, gubias, garlopas, prensas, pegamento; muchas lijas y mucho sudor.

  • Viruta a viruta... Vaciado de charango, un minucioso proceso
  • Tallado de cuerpo de charango, con' Spauser'
  • Guitarra, practicamente terminada, banco de trabajo y herramientas
  • Por encargo y en una sola pieza. Una guitarra pronta a continuar su camino de vida
Tras el laborioso proceso de construcción: vacíar, tallar, ajustar, ensamblar..., antes del lustre se encorda el instrumento para calibrarlo. Allí es cuando las voces se sueltan, viajan y anidan.

Cuando llega ese ansiado momento final, la emoción casi no nos deja dormir... Se pule esto, se rebaja aquello, se cambian materiales... El instrumento ¡ya vive!...

Luego se le mima por fuera: se lustra, se pule... Y la guitarra, o el charango,  se va a vivir lo que debe, a seguir su camino de mano de otro dueño, a cantar melodías, a recibir tristezas y alegrías... ¿Qué más se puede pedir?

Se apaga la luz, se sacude el polvillo de las ropas y el cabello; un baño y... mañana será otro día.

  • Mombo, un amigo infaltable, dominando su territorio
Perdonen esta última foto... Pero a los compañeros fieles no se los deja fuera. Mombo, la mascota del taller 'Luthería América en Cuerdas', en Córdoba, Argentina.